miércoles, 14 de mayo de 2008

RESPUESTA A DIRIGENTE COMUNISTA


Fuente: Punto Final

Señor Director

En la edición Nº 658 de Punto Final, apareció una entrevista al compañero Lautaro Carmona, Secretario General del Partido comunista de Chile. En ella, le fue consultada su opinión acerca de la huelga que sostenemos los trabajadores del semanario El Siglo desde hace más de seis meses.
El compañero Carmona tuvo así la oportunidad de expresar pública y libremente su visión del conflicto, emitiendo una serie de afirmaciones que por provenir de tan alto dirigente de los comunistas chilenos, al revestir algunas de ellas, aseveraciones inexactas unas, otras no apegadas a la verdad y otras que son juicios de valor y por tanto sujetos a debate, interpelan a quienes somos militantes del Partido y organizamos el sindicato de trabajadores de El Siglo y protagonizamos esta huelga.
Las posibilidades y espacios que según el compañero Carmona, tenemos para exponer nuestra visión –supongo que se refiere al partido-, no son tales, pues nos enfrentamos a un juicio definido de antemano. Luego que una reunión plenaria del comité central nos retiró la confianza para seguir trabajando en el periódico del partido al compañero Julio Oliva y a mí, y además se me suspende de los cargos a los que fui electo en el pasado congreso nacional -debido a la formación del sindicato y las acciones desplegadas para reclamar nuestros derechos- es imposible hablar de esos supuestos espacios.
Cuando el compañero Carmona afirma en su respuesta, que posee “una coherencia ética desde el punto de vista de militante comunista”, cabe la conclusión de que aquellos militantes comunistas que no pensemos ni actuemos como él, carecemos de dicho principio. O sea, la medida de la “coherencia ética desde el punto de vista de militante comunista”, sería el compañero Carmona.
Luego afirma que es la primera vez que El Siglo tiene un sindicato. Seguramente lo dijo sin querer, porque no tengo duda de que el compañero Carmona sabe que siempre hubo sindicato en El Siglo durante los tiempos legales. Y con certeza –como profundo conocedor de la historia del partido que es todo secretario general de éste- sabe que en más de una oportunidad hubo conflictos. Probablemente sus dichos en este punto fueron un equívoco involuntario debido a sus múltiples preocupaciones. Pero no cabe duda de que no lo puede ignorar. En más de una ocasión hubo actos de protesta de los trabajadores de la empresa Horizonte, que producía el diario antes del golpe de Estado y que también hubo demandas salariales y conflictos por ello. Lo que sí es cierto, es que nunca la dirección de nuestro partido había adoptado una posición tan déspota como la actual, frente a quienes trabajaban para El Siglo y nunca se desconoció o irrespetó lo que pedían aquellos trabajadores.
Es necesario aclarar, que el sindicato no se formó porque “se produjo una diferencia en un núcleo de compañeros frente a definiciones relacionadas tanto con el contenido del periódico como con la estabilidad de la tarea...”, como él asegura, confirmando de paso le existencia de un juicio consolidado sobre nuestras acciones. El sindicato se constituyó para negociar las condiciones laborales y salariales, como cualquier otro sindicato. Es un insulto a la inteligencia de los militantes que integramos el sindicato, atribuirnos la pretensión de confrontar las definiciones de contenido de El Siglo, mediante la formación de este organismo y la presentación de demandas laborales. Ha sido el desprecio a nuestras peticiones por parte de la dirección de la empresa y del partido, lo que ha empujado el conflicto a su estado actual.
El compañero Carmona asegura que “desde la dirección del partido, no hay un mal tratamiento para los trabajadores, ni inconsecuencia en el trato a los sindicatos”. Sin embargo un grupo de trabajadores no hemos sido reconocidos como tales por los administradores de Editorial Siglo XXI, empresa que edita El Siglo, que, como dice el propio compañero Lautaro, “si vamos a simular que hay una empresa, le toca a otros compañeros”. Con seguridad estos compañeros no se mandan solos, no actúan por sí y ante sí. En tanto administradores de la empresa, recibirán seguramente la orientación de la dirección del partido, toda vez que están encabezados por un miembro del comité central. Tampoco ha sido reconocido el sindicato y se desplegaron todas la medidas legales posibles, por parte del compañero Pedro Aravena, abogado laboralista, también integrante del Comité Central del partido, para anular la existencia del sindicato y el proceso de negociación colectiva.
Cuando el compañero se refiere a la necesidad de “buscar soluciones inteligentes, respetuosas”, inmediatamente estigmatiza la relación fincando el respeto, con el monto económico demandado por el sindicato. Pareciera que lo único inteligente y respetuoso sería aceptar un bajísimo monto de dinero para pactar nuestro retiro de la empresa.
Finalmente se refiere a las opciones que hace el militante, entre el ejercicio de su profesión, la posibilidad de ganarse el sustento en el mercado laboral o asumir un compromiso político, como supuestamente sería el contraído por quienes somos militantes comunistas. Y se vuelve a ponerse como ejemplo, al decir: “yo podría ejercer mi profesión -cientista político- y tendría 30 años de ejercicio. Pero hice una opción, y no se la voy a cobrar a nadie”. Es necesario aclarar que al comenzar a trabajar en El Siglo, no lo hicimos en calidad de funcionarios del partido, responsabilidad que en lo personal cumplí hasta 1991. A mí se me ofreció trabajar como redactor en 1997 aceptando las precarias condiciones salariales y previsionales existentes, con el compromiso de que en el futuro serían mejoradas.
Aquellos que luchamos por la conquista del gobierno popular de Salvador Allende, que trabajamos en su defensa, que tomamos las armas para luchar contra la dictadura, que fuimos hechos prisioneros y que nos fugamos desde la cárcel, jamás pretenderemos que se nos pague por el deber cumplido y el honor de ser combatientes del pueblo. Eso no se compara con el desempeño de un empleo, altamente honroso como ha sido trabajar en El Siglo, del que se espera al menos el respeto a la condición elemental de trabajadores.

Atentamente
Raúl Blanchet Muñoz

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